Finlandia, Estonia y Argentina muestran caminos distintos hacia la innovación. ¿Qué explica sus similitudes y diferencias en la creación de unicornios tecnológicos?
Los gráficos comparativos de unicornios tecnológicos —tanto en términos absolutos como por millón de habitantes— ofrecen una puerta de entrada para analizar cómo distintos países convierten conocimiento en valor económico. Argentina lidera en cantidad total de unicornios entre los tres países analizados, mientras que Estonia se destaca proporcionalmente con casi 8 unicornios por millón de habitantes. A simple vista, esto podría sugerir que el tamaño poblacional o la eficiencia innovadora explican estas diferencias. Pero la realidad es más compleja: tanto Estonia como Finlandia se propusieron convertirse en el Silicon Valley del Norte de Europa, promoviendo entornos digitales, ágiles y globales. Aunque sus mercados de capital de riesgo aún son acotados, logran movilizar recursos en etapas tempranas, lo que favorece la aceleración de emprendimientos tecnológicos.
La generación de unicornios no se explica únicamente por población, sino por un entramado de factores que incluye inversión sostenida en I+D, políticas públicas deliberadas, y una arquitectura estatal orientada a la transferencia de conocimiento desde universidades e institutos hacia el sector productivo. Estonia y Finlandia lograron convertir sus limitaciones estructurales en ventajas estratégicas: apostaron por un Estado que actúa como plataforma y por una cultura de innovación orientada al impacto económico. Argentina, en cambio, cuenta con talento y capacidad científica, pero aún carece de una estrategia de innovación que vincule de forma sostenida su sistema de ciencia y tecnología con la economía real. Los unicornios que existen en el país son producto, en muchos casos, del empuje individual y la resiliencia emprendedora, más que de un modelo institucional consolidado.
